Elevarse de un estado miserable tiene que ser fácil hasta con una energía voluntaria. Me levanto bruscamente del sillón, doy vueltas alrededor de la mesa, muevo cabeza y cuello, lleno de fuego los ojos, pongo tensos los músculos a su alrededor. Me opongo a todo sentimiento, saludo violentamente a A, soporto amistosamente a B y delante de C me trago todo lo que se dice, dando largos tragos, a pesar del dolor y del esfuerzo.
Pero aun cuando todo se desarrolle así, cualquier error, que nunca faltará, detendrá todo, tanto lo fácil como lo difícil, y tendré que dar vueltas en círculo hacia atrás.
Por eso el mejor consejo sigue siendo aceptar todo, comportarse como una pesada masa y, aunque uno se sienta como soplado a sí mismo, no dejar que le hagan dar ningún paso innecesario, observar a los otros con cara de animal, no sentir arrepentimiento, en suma: aplastar con la propia mano lo que queda todavía de la vida como fantasma, es decir, aumentar todavía más esa última paz propia de la tumba y no dejar que subsista nada fuera de ella.
Un movimiento característico de semejante estado es pasarse el meñique sobre las cejas.
Frank Kafka