martes, 10 de diciembre de 2013

FREDERICK MARRYAT ( 1792-1848 )

Nuestra memoria es asaltada por los viejos libros de aventuras: como no recordar la Isla del Tesoro, la narración de Arthur Gordon Pyn o Moby Dick, como olvidar a Salgari, Stevenson, Melville o Conrad. Pero entre todas las leyendas marinas, hay una común a todos los mares, a todas las costas de la tierra: la de ese barco espectral condenado, por los pecados de su tripulación, a errar eternamente por los océanos. Un buque maldito cuya espantosa arboladura no puede olvidarse y cuya visión es signo de naufragios y de calamidades.
La leyenda del Buque Fantasma tiene su origen en la Edad Media y sus raíces se encuentran en la fábula del Judío Errante, condenado a vagar sin descanso hasta el fin del mundo por haber ofendido a Jesucristo camino del Calvario. Esta leyenda ha dejado huella en todas las literaturas europeas: Goethe, Wordsworth, Sue, etc. El compositor alemán Wagner, en su ópera el Holandés Errante, relata la historia de un marino holandés condenado a no abandonar el océano mientras una mujer virtuosa no le jure fidelidad eterna.
El Buque Fantasma de Marryat se inscribe dentro de esta tradición. Felipe Vanderdecken, el protagonista, debe redimir, sirviéndose de un talismán sagrado, a su padre, capitán del Holandés Volador, condenado por un crimen a permanecer con su barco entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Aunque el relato de Marryat está plagado de naufragios, reyertas entre marinos y tesoros fabulosos, no puede decirse que se trate de una novela de aventuras propiamente dicha, sino que viene determinada por la presencia de lo sobrenatural, por lo que se acerca más a una novela Gótica, en la que el protagonista se enfrenta no solo a las más duras empresas humanas sino también a los designios y a fuerzas sobrehumanas que escapan al ámbito de su voluntad. Y esta es precisamente la característica de la novela Gótica: la existencia en lo cotidiano de lo natural y lo sobrenatural, de hombres y espectros, de seres de carne y hueso y espíritus ultraterrenos que se relacionan entre sí sin asombro.
Hay en este relato un personaje fundamental: el MAR. El mar, amable o furioso, calmo o proceloso, pero siempre arbitrario e ingobernable.