¿Quién conoce mi faceta de animal nocturno?
Cuántas veces en mi cuarto, estando ocupado en alguna lectura, he sentido penetrar por las ventanas, por las rendijas de la puerta, el llamado de la noche. Ponerse el abrigo y comenzar a caminar. Pequeñas luces, cielos opacos o estrellados, gente que sale lavada, peinada, en busca de placer. Estaciones en los bares, sin precipitación, bebiendo a pausa un trago fino, mirando, pensando, sintiendo operarse la transfiguración.... De pronto ya somos otro: una de nuestras cien personalidades muertas o rechazadas nos ocupa. Nuestro cuerpo la portará, la soportará hasta el alba. Luego la enterrará en una mala cama de hotel, en una última copa que no debió nunca beber. Rostros de mujer, bellas cortesanas, besos pagados, comedia del amor, mis largas, mis incontables noches de bebedor anónimo, ¿qué cosa me han enseñado?
Vieja y exacta metáfora de identificar a la mujer con la tierra, con lo que se surca, se siembra y se cosecha. El arado y el falo se explican recíprocamente. Ellas son en realidad el humus donde estamos asentados, de donde hemos venido, hacia donde vamos. Hacer el amor es un retorno, un impulso atávico que nos conduce a la caverna original, donde se bebe el agua que nos dio la vida.
J.R. Ribeyro