Hoy estoy bastante contento porque he nacido. Confieso que ya tenía bastantes ganas de nacer, pues mientras no se nace, no se es nada, y yo soy una persona con muchas aspiraciones.
Han venido a verme varias señoras y han dicho cosas de mi nariz, y de mis ojos y de mi pelo. Según una gorda de luto, tengo la nariz de mi padre, los ojos de mi madre y la boca de mi tía Catata. Por lo visto no tengo nada mío. ¡Mal empieza esto!
Después de lavarme, cosa que me ha molestado bastante, y que no me explico, pues todavía no me he revolcado por el suelo, me han rebozado con unos polvos blancos que parecen harina, y he temido que fueran a freírme. Pero, afortunadamente, no me han frito y sigo tan crudo como el primer día.
Mis padres han tenido una bronca regular, pues, por lo que he podido oír, a mi madre no le ha gustado nada que yo sea niño, y ha dicho que la culpa de todo la tiene mi padre, que es un egoísta y siempre ha de hacer su santa voluntad. Esto me ha apenado bastante, y de buena gana me hubiera cambiado por una niña, pero como soy tan pequeño, no sé cómo se hace eso.
Todo el mundo me toca la cara con un dedo y me dice no sé qué de "ajito" y de "culú, culú". Me da la sensación de que las personas mayores son menos serias de lo que yo esperaba. Mi familia ha estado discutiendo sobre si me debo llamar Sebastián o debo llamarme Federico. Mi abuela opina que debo llamarme Sebastián en recuerdo a su difunto esposo que se llamaba Fortunato, pero mi padre dice que es mejor que me llame Federico, ya que él se llama así y le va tan ricamente......
Antonio Lara Diario de un niño tonto (1958)