Hace unos quince años, en la aldea de Amarasti, al norte de Dolj, murió una anciana, madre del campesino Dino Georghita. Tras unos meses, los hijos de su hijo mayor empezaron a morir, uno tras otro, y luego los de su hijo menor. Presa del miedo, los hijos se decidieron a abrir la tumba por la noche, cortaron a la mujer en dos partes y volvieron a enterrarla. Pero las muertes no cesaron. Abrieron la tumba por segunda vez, y ¡cúal no fue su sorpresa! el cuerpo estaba totalmente intacto, sin la más mínima huella de profanación. Era un gran milagro.
Tomaron el cadáver, lo llevaron a un bosque y lo depositaron bajo un árbol situado en un lugar apartado. Allí, lo cortaron, extrajeron el corazón, del que manó sangre, lo cortaron en cuatro partes y lo quemaron a fuego de carbón. Juntaron las cenizas, que, mezcladas con agua, dieron a beber a los niños. Arrojaron el cadáver al fuego, lo quemaron y enterraron las cenizas. Sólo entonces, cesaron las muertes.
Leyenda popular rumana (hacia 1800)