viernes, 2 de octubre de 2015

¡Entre mí y mí, qué diferencia!


Hacia el año 400 el hijo de Mónica y obispo de Hipona, Aurelius Augustinus, conocido después por San Agustín, redactó sus Confesiones. No pudo disimular su asombro ante las deformaciones y excesos que asaltan en los sueños al varón que, durante la vigilia, se atiene a su concepción éticofilósofica y a la doctrina cristiana. "No por mí, sino en mí ha ocurrido", dice. "¡Entre mí y mí, qué diferencia!" Y el obispo da gracias a Dios por no ser responsable del contenido de sus sueños. La verdad, sólo un santo puede quedar tranquilo de saberse irresponsable.
                                                             Rodericus Bartius  (1964)