El verdugo
Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado
Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era
famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida
había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan
rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello,
posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis,
realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada
hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el
duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su
espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando
llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías
sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el
trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió
hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
Arthur Koestler (1905-1983)