lunes, 21 de marzo de 2016

Drácula

     Desde 1987, fecha de publicación de Drácula, el nombre de Bram Stoker ha quedado para siempre unido al del mítico vampiro de Transilvania, sin duda uno de los modelos más logrados de toda la literatura fantástica.
Personaje popularizado más tarde por sus numerosas versiones cinematográficas, entre las que destacan el Nosferatu de F.W. Murnau (1922) y el Drácula de Tod Browning (1931) y según Oscar Wilde, la más hermosa novela de todos los tiempos.
El conde Drácula, su legendario y misterioso castillo y su universo cargado de simbolismo están ya anclados en el inconsciente colectivo. Stoker se inspiró en una leyenda de los Cárpatos que narraba la lúgubre y sangrienta actitud de un conde que impuso el terror en sus dominios. Drácula es el arquetipo del mal en constante lucha con el Dr. Van Helsing, auténtica encarnación del bien que libera al mundo de tan execrable monstruo.
La estrategia del conde se presenta con una fuerte carga erótica por el carácter de agresión sexual que sucede en todas sus incursiones nocturnas en las alcobas de las hermosas jóvenes a las que sorprende en sueños. Drácula es un personaje sombrío, fascinante y dotado de una elegancia siniestra. Drácula es el arquetipo sexual de lo malvado, que, finalmente, muere; aunque dejando adivinar que su esencia no desaparece jamás y siempre puede resurgir de nuevo.