A los pies de un devoto franciscano
se postró un penitente. -Oiga, hermano,
¿qué oficio tiene? -Padre, sombrerero.
¿Y qué estado? -Soltero.
¿Y cuál es su pecado dominante?
Visitar una moza. ¿Con frecuencia?
Padre mío, bastante, sin poderme curar de esta dolencia.
¿Cada mes? -Mucho más.
¿cada semana?
Aún todavía más. -Ya.... ¿cotidiana?
Hago dos mil propósitos sinceros, pero..... -Explíquese, hermano, claramente.
¿Dos veces cada día? -Justamente.
Pues, ¿Cuándo diablos hace los sombreros?
Samaniego (1745-1801)