El pulmón es un saco de glóbulos. Cada glóbulo se divide en alvéolos, en comunicación directa con los bronquios. Un glóbulo corresponde al pulmón completo de una rana. La superficie interna, lisa, está tapizada por una red de capilares sanguíneos. De modo que el pulmón, extendido, planchado, cubriría doscientos metros cuadrados. Usted ha leído bien.
El humo impregna, pues, de golpe ciento cincuenta metros cuadrados de superficie pulmonar.
De ahí los efectos instantáneos del opio en el fumador.
El fumador asciende lentamente como un globo, lentamente se vuelve y vuelve a caer lentamente sobre una luna muerta, cuya débil atracción le impide irse de nuevo.
Aunque se levante, hable, actúe, aunque sea sociable, o viva en apariencia, los gestos, el andar, la piel, las miradas, la palabra no refleja por eso una vida menos sometida a otras leyes de palidez y gravedad.
El viaje a la inversa tendrá lugar por su cuenta y riesgo. El fumador paga en primer lugar su rescate. El opio lo abandona, pero el regreso carece de encantos.
No obstante, al volver a su planeta, conserva una nostalgia.
Jean Cocteau Opio (1930)