las manos
me muestran solamente su comercio con
peniques y anillos,
y puesto que el día es un lavabo donde flotan
pelos, y la noche
inalcanzablemente es otra vez el vientre
de donde me arrojó mi madre antes de que
nos ahogara la cerveza,
necesito este espejo triangular,
algo que me hunda en el misterio
para después, oculto en niebla
y respetabilidad,
mirar su roja nube,
lamerla sollozando.
Julio Cortázar (dedicado a Jack el Destripador)