miércoles, 14 de mayo de 2014

EL LIBRO DE MONELLE


     En la primavera de 1905, en un apartamento bastante sombrío de la calle Saint-Louis-en-l´le de París, moría Marcel Schwob*. Nacido durante el auge de las letrillas sentimentales, el escritor, de constitución enfermiza, se extinguió entre montones de libros, recibiendo los negligentes cuidados de un criado chino en el corazón de la ciudad, rodeado de malolientes viviendas habitadas por los últimos hijos de los pícaros.
* (ver la entrada sobre M.Schwob en el blog (año-/2011/)

     " Monelle me encontró en la llanura, por donde yo andaba errante, y me tomó de la mano: 
- No te sorprendas- dijo-, soy yo y no soy yo. Me volverás a encontrar y me perderás.
Una vez más volveré entre vosotros; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido. Y me olvidarás y me reconocerás y me volverás a olvidar. Y añadió Monelle: Yo te hablaré de las pequeñas rameras, y tú sabrás el comienzo.
Cuando Bonaparte el asesino tenía dieciocho años, halló bajo las puertas forjadas del Palais Royal a una pequeña prostituta. Tenía la tez pálida y tiritaba de frío. Pero "era necesario vivir", le dijo ella. Ni tú ni yo sabemos el nombre de esa pequeña a quien Bonaparte llevó, una noche de noviembre, a su cuarto del hotel de Cherburgo. Era de Nantes, en Bretaña. Estaba débil y cansada, y su amante acababa de abandonarla. Era sencilla y buena; su voz sonaba muy dulcemente. Bonaparte recordó todo esto. Y creo que, más tarde, el recuerdo del sonido de su voz lo emocionó hasta las lágrimas y la buscó largo tiempo, durante las noches de invierno, sin volverla a encontrar nunca más.
Porque sabrás que las pequeñas rameras sólo salen una vez de la muchedumbre nocturna para cumplir una misión de bondad. La pobre Ana acudió en auxilio de Thomas de Quincey, el fumador de opio, que desfallecía en una ancha calle de Oxford bajo los grandes quinqués encendidos.
Con los ojos húmedos le acercó a los labios un vaso de vino dulce, lo abrazó y le prodigó caricias. Luego volvió a sumergirse en la noche. Tal vez murió poco después. "Tosía - dice de Quincey - la última noche que la vi". Quizá erraba aún por las calles; pero, a pesar de su apasionada búsqueda y de haber arrostrado las burlas de las gentes a las cuales interrogaba, Ana se perdió para siempre. Más tarde, cuando pudo disfrutar de una vivienda abrigada, pensó muchas veces, con lágrimas en los ojos, que la pobre Ana hubiera podido vivir allí, junto a él. En cambio, se la imaginaba enferma, moribunda o desolada, en la negrura central de un burdel de Londres, habiendo llevado consigo todo el amor piadoso de su corazón "........
                                                                                                 Marcel Schwob  el libro de Monelle