viernes, 16 de mayo de 2014

EL PASTORCILLO

     Esta es una de las naves de Cupido .......¡desplegad más velas! ¡Más! Al ataque......¡los cañones ante los agujeros! ¡Fuego!
   (Las alegres comadres de Windsor, Shakespeare)



   " La idea se le ocurrió de repente un mediodía de junio. Tenía poco más de dieciséis años y era de tez morena, delgado, no muy alto, con el pelo negrísimo y revuelto, y unos ojos enormes, llenos de malicia y de inteligencia. Uno de los pocos placeres, por no decir el único, de su solitaria vida de prematuro rabadán era masturbarse y se había masturbado de todas las maneras posibles, en todas las posturas imaginables, buscando las ayudas más extravagantes. Había intentado meter la polla en las grietas de los troncos de los árboles, en el coño de las ovejas y las cabras, había querido darle por el culo al perro que le acompañaba y que le ayudaba a custodiar el rebaño, incluso había intentado, sin lograrlo a pesar de su delgadez y flexibilidad, doblarse sobre sí mismo, una vez desnudo y tendido en el suelo, para meterse la polla en la boca y chupársela; pero las grietas de los troncos de los árboles eran secas y astillosas y le herían, el coño de las ovejas y de las cabras demasiado grande y blando, y, por lo que respecta al perro, se le había revuelto, rugiendo amenazador, al primer conato, así que sólo le quedaban las manos, que utilizaba con gran sabiduría y asiduidad, mientras seguía buscando la manera de aumentar su solitario placer.
Hasta que, aquel mediodía, le vino como un relámpago la gran idea, una idea que pronto se convirtió en una obsesión más que excitante por lo que tenía de arriesgada y de pavorosa: conseguir que una serpiente le mamara, una de aquellas bichas largas y negras, que veía reptar ondulantes por el verde de los pastos. Una de ellas parecía tener su cubil al pie de una de las paredes de la choza que le servía a él de cobijo durante la buena estación, cuando pasaba semanas enteras completamente solo, comiendo pan duro, queso y cebollas y bebiendo la leche de los animales que él mismo ordeñaba, entre una visita y otra que le hacía el capataz para llevarle provisiones frescas y ver cómo andaba el rebaño.
Muchas veces había oído contar que a las serpientes les gusta la leche de mujer y que, cuando una mujer que amamanta a su hijo se duerme, corre el riesgo de despertarse con una serpiente con la boca pegada a uno de los pezones mamando la leche mientras, astutamente, tiene la cola introducida en la boca del niño para que éste, engañado, la tome por el pecho de su madre y no llore. Y se decía que, si las serpientes se pegan a los pezones de las mujeres para mamarlos, ¿por qué no podían mamarle el capullo en busca de su leche.............." (continúa)

                                                                                         Aldo Coca   Cuentos inenarrables