Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.
Un día le dijo: -Tus ojos miran a todo el mundo. Entonces, le arrancó los ojos. Después le dijo: -Con tus manos puedes hacer gestos de invitación. Y le cortó las manos. "Todavía puede hablar con otros", pensó. Y le extirpó la lengua. Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes. Por último, le cortó las piernas. "De este modo -se dijo- estaré más tranquilo". Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. "Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte". Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos. Henri Pierre Cami |