Los campesinos bretones se imaginan que el alma sube al cielo en forma de pájaro. Cuando, un día, yo seguía con la mirada una alondra que se elevaba cantando en los aires, un viejo labrador de Tréguier que araba a pocos pasos de mí, se detuvo y, apoyándose en la horquilla de su apero de labranza, me miró en silencio.
-Ella canta muy alegre ¿no?, me dijo al fin; apuesto a que no comprendéis su canción- Yo lo admití.
-Pues bien, continuó, esto es lo que canta:
"¡San Pedro, ábreme la puerta;
no pecaré nunca más,
nunca más, nunca más!"
-Vamos a ver si le abren- continuó el campesino.
Al cabo de unos minutos, como descendiera el pájaro, él exclamó:
-¡No!, ella pecó demasiado. ¡Ved de que mal humor está! ¿La oís, a la mala, a la pecadora?
"¡Pecaré! ¡Pecaré! ¡Pecaré!"
Anónimo