Ella entra, premeditadamente, gravemente, sin afectación, circunspecta en sus movimientos, sin pisar demasiado fuerte, ni arrastrar las piernas al caminar, sino avanzando sosegadamente, discretamente, mirando de soslayo la arrugada cama vacía. El pijama tirado. Vacila. No. Otra vez. Entra. Premeditadamente y gravemente, sin afectación, sin pisar demasiado fuerte, ni arrastrar las piernas al caminar, sin marcar el paso como en un baile, ni llevando el compás con la cabeza y las manos, ni mirando fijamente o volviendo la cabeza a uno u otro lado, sino avanzando sosegadamente y discretamente por la puerta, por el suelo encerado, pasando la arrugada cama vacía y el pijama tirado, hasta el cortinaje de la pared del fondo. Como se le ha enseñado. Ahora, con un gesto humilde y sin embargo autoritario, descorre las cortinas: ¡ah! la luz de la mañana entra inundando las baldosas relucientes como arrojada de un cubo. Abre de par en par las puertas de cristal detrás de las cortinas y se queda mirando un momento el jardín, dispuesta a dejar que entre el dulce hálito de la mañana y le excite a los logros más generosos y eficaces, pero su mente sigue fija en la imagen, al principio agradable, ahora inquietante de la luz derramándose por la habitación: como de un cubo.....Suspira. Entra. Con un cubo. Pone el cubo en el suelo, premeditadamente, gravemente, y se dirige al otro lado de la habitación, por las baldosas enceradas, pasando la arrugada cama vacía para descorrer el cortinaje de la pared del fondo. Cubos de luz entran desbordándose y la habitación, cuando abre de par en par las puertas de cristal, queda endulzada por el aire fresco de la mañana que entra por el jardín. El sol ha salido del todo y las nubes rosadas del amanecer han desaparecido del cielo, pero el rocío está todavía en todas las plantas del jardín, y todo parece limpio y radiante. Como lo estará la habitación de él cuando la haya terminado.
Robert Coover Azotando a la doncella (1982) (Fragmento)