"Juan:
No te llamo mío. Veo que nunca fuiste mío, y por eso ya estoy muy duramente castigada por haberme agarrado a este pensamiento como a mi única alegría. Con todo, te llamo mío; mi seductor, mi engañador, mi enemigo, fuente de mi desventura, túmulo de mis alegrías, abismo de mi infelicidad.
Te llamo mío y me llamo tuya; y estas palabras que otrora acariciaban tus sentidos postrados delante de mí en adoración, suenan ahora como una maldición sobre ti, una maldición para toda la eternidad.
Pero no te debes alegrar por eso, no debes pensar que yo quiero, persiguiéndote inútilmente, o acaso armándome de un puñal, provocar tu sonrisa.
Huye adonde quieras; yo soy siempre tuya; márchate a los confines del mundo; yo soy tuya, tuya hasta la muerte.
Hiciste un gran mal seduciéndome a mí, pobre criatura, para quien tú lo eras todo, y yo no hubiera deseado otra alegría que no fuese vivir siendo tu esclava.
Sí, yo soy tuya, tuya, tuya, soy tu maldición.
Tu Cordelia"
Sören Kierkegaard Diario del seductor