¿Habéis observado dar vueltas por el pueblo
a un hombre de ojos abatidos y rostro macilento?
Es mi marido que, por secreta crueldad
inconfesable, me despojó de juventud y belleza;
hasta que al fin, arrugada y con los dientes amarillos,
y todo el orgullo, y en vergonzosa humildad,
me hundí en la tumba.
¿Pero qué creéis que roe el corazón de mi marido?
¡La vista de lo que fui, la vista de lo que hizo de mí!
Eso lo va conduciendo al lugar donde ahora yazgo.
En la muerte, por lo tanto, estoy vengada.
Edgar Lee Masters