Desde la curva, pregunté dónde comenzaba aquel camino y unos cazadores me explicaron que exactamente allí donde se recortaba la silueta del sauce encima del horizonte. Caminé hasta desollarme los pies y, al llegar al sauce, un hombre clavado en el suelo me dijo que aquello no era ningún comienzo, sino uno de los finales. Al descubrir mi mirada de estupor -y quién sabe si de espanto-, el hombre clavado en el suelo me recomendó que no hiciera aspavientos y que me buscara un agujero protegido y a mi medida antes de que se pusiera el sol. "Luego -añadió - todo son prisas."
Ganas de buscársela
-Vengo a cobrar el gas -dijo el cobrador.
-No tenemos gas -contestó la señora.
-Pues que sea la electricidad -insistió el funcionario.
-No tenemos electricidad.
-¿Y qué me dice del agua?
-No tenemos agua.
-En tal caso, si me permite, la violaré, que es algo que siempre viene bien.
El espejo del alma
No nos habíamos visto nunca, en ningún sitio, en ninguna ocasión, pero se parecía tanto a un vecino mío que me saludó cordialmente: él también se había confundido.
Un amigo del pueblo
Desde el fondo de las catacumbas, el revolucionario de toda la vida buscaba fórmulas que sirvieran para ser grabadas en piedra, aptas para el discurso y para contrarrestar otras arengas. Encontró una de cantos agudos, después de darle muchas vueltas. Se levantó impulsado por la inspiración y gritó: "¡El rey ha nacido! ¡Muera el rey!"
Pere Calders (ver entada en blog)