sábado, 21 de noviembre de 2015

Las hechiceras vascas

     Los vascos de Bayona y de San Juan de Luz, hombres atrevidos, excéntricos y fabulosamente audaces, que iban en barcas a los mares más procelosos a arponear la ballena, hacían muchas viudas.  Lanzáronse en masa a las colonias, dejando a sus mujeres a Dios o al Diablo. En cuanto a los hijos, aquellos marinos, honrados y probos, hubieran pensado más en ellos si no hubieran tenidos sus dudas. Pero a la vuelta de sus viajes calculaban, contaban los meses y no les salía nunca bien la cuenta. 
     Las mujeres, tan lindas como audaces y soñadoras, pasaban el día sentadas en los cementerios charlando del aquelarre, aguardando la hora de ir. Era su más rabioso deseo.
     La naturaleza las hace hechiceras: son las hijas del mar y de la ilusión. Nadan como peces, juegan en las olas. Su señor natural es el Príncipe del aire, rey de los vientos y de los sueños, el que henchía a la sibila y le inspiraba el porvenir.
     El juez que las quema, se encanta, sin embargo, viéndolas. "Cuando se las ve -dice- pasar con los cabellos al aire y sobre los hombros van, de esta suerte, tan bien adornadas y armadas que, al pasar el sol a través de ellas como a través de una nube, da resplandores como de relámpagos. De aquí la fascinación de sus ojos, peligrosos tanto en amor como en sortilegios". 
                                                                                Jules Michelet  (1798-1874)