sábado, 30 de julio de 2016

Cantar de Valtario

 
     El Cantar de Valtario es una de las joyas mas preciadas de las letras latinas medievales. Basado en una antigua saga germánica, el cantar narra las hazañas de Valtario, héroe godo en los años oscuros de las invasiones germánicas (siglo V). Es preso de Atila y huye con su prometida derrotando ejércitos a su paso.
Regresa triunfal a Aquitania y se casa con Hildegunda, su prometida.
La fluidez mágica del relato y la atmósfera irreal que envuelve los hechos narrados en el cantar hacen de su lectura una fantástica experiencia.
En cuanto a su autoría, los especialistas no se ponen de acuerdo, lo escribió un monje de un perdido monasterio, un tal Geraldo en el siglo XI o se le considera anónimo.


CUENTOS....


El pozo - Luis Mateo Díez
     Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

 La mano - Ramón Gómez de la Serna
     El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.
Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».

 Cantidad y calidad -  Alejandro Jodorowsky
     No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

 Este tipo es una mina -  Luisa Valenzuela
     No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.


jueves, 28 de julio de 2016

ULISES

     Yo, el paciente y sagaz Ulises, famoso por su lanza, urdidor de engaños, nunca abandoné Troya. Por nada del mundo hubiese regresado a Ítaca. Mis hombres hicieron causa común y ayudamos a reconstruir las anchas calles y las dobles murallas hasta que aquella ciudad arrasada, nuevamente populosa y próspera, volvió a dominar la entrada del Helesponto. Y en las largas noches imaginábamos viajes en una cóncava nave, hazañas, peligros, naufragios, seres fabulosos, pruebas de lealtad, sangrientas venganzas que la Aurora de rosáceos dedos dispersaba después. Cuando el bardo ciego de Quíos, un tal Homero, cantó aquellas aventuras con el énfasis adecuado, en hexámetros dáctilos, persuadió al mundo de la supuesta veracidad de nuestros cuentos. Su versión, por así decirlo, es hoy sobradamente conocida. Pero las cosas no sucedieron de tal modo. Remiso a volver junto a mi familia, sin nostalgia alguna tras tantos años de asedio, me entregué a las dulzuras de las troyanas de níveos brazos, ustedes entienden, y mi descendencia actual supera a la del rey Príamo. Con seguridad tildarán mi proceder de cobarde, deshonesto e inhumano: no conocen a Penélope.
                                                                                                              Ángel Olgoso

martes, 26 de julio de 2016

Claude-Henry de Fusée, abate de Voisenon (1708-1775)

      Literato francés nacido en 1708. Abraza la iglesia a consecuencia de los remordimientos derivados de su ajetreada juventud, en la que no faltaron los duelos y la entrega a la vida licenciosa. Su obra abarca una vertiente moral y humanística y otra fantástica y obscena. 
De entre sus novelas "licenciosas" destaca El sultán Misapouf y la princesa Grisemina, obra maestra de la fantasía juguetona y traviesa, publicada en 1746 y donde se narra las asombrosas aventuras que precedieron a la boda del sultán Misapouf con Grisemina, víctimas ambos de los sucesivos encantamientos que les llevaron a ser protagonistas de las más inverosímiles y equívocas situaciones.
Suya es también Ejercicios de devoción del señor Henry Roch con la señora duquesa de Condor, obra tan sacrílega y desvergonzada que mereció un puesto de honor en el Infierno de la Biblioteca Nacional de París.

lunes, 25 de julio de 2016

El jardín de Venus

     Aqueste, pues, embiste a la beata;
ella en sus movimientos se desata,
él se procura asir con fuerte mano
y la quiere cansar; pero es en vano,
porque al choque impetuoso
el árabe rijoso
se siente vacilante y, reculando,
pierde su dirección; así luchando,
barriga con barriga,
puede más que el deleite la fatiga,
y la virilidad del moro bravo
viene a quedar en un moco de pavo.
                                                                                                          
                                                                                   Samaniego

sábado, 23 de julio de 2016

Jack the Ripper blues

      Como no he conocido la intimidad, como
las manos
me muestran solamente su comercio con
peniques y anillos,
y puesto que el día es un lavabo donde flotan
pelos, y la noche
inalcanzablemente es otra vez el vientre
de donde me arrojó mi madre antes de que
nos ahogara la cerveza,
necesito este espejo triangular,
algo que me hunda en el misterio
para después, oculto en niebla
y respetabilidad,
mirar su roja nube,
lamerla sollozando.
             
         Julio Cortázar   (dedicado a Jack el Destripador)

miércoles, 20 de julio de 2016

Fabulilla del carajo que, harto ya de pecar, rindió su furia vagabunda

    
     Este que veis aquí, triste carajo,
pálido, desmedrado, ruin, canijo,
fuera en tiempos ya idos arquepijo
y rey de los cipotes a destajo.
¡Oh, el inclemente y fiero desparpajo
con que embestía contra el entresijo,
do lo hubiere! ¡Oh, el ardido amasijo
que escupía su fiero y gentil tajo!
Pero el tiempo pasó y la calentura,
y aquella máquina infernal de entonces
ya no es héroe ni de héroe es su figura.
¡Ay, la miseria en que pararon bronces!
¡Ay, el dolor con que dejó el trabajo,
quien fue carajo y terminó en badajo!
                                                                                           Camilo José Cela

lunes, 18 de julio de 2016

Poema

     Los cabellos negros se conservan difícilmente,
el cutis dorado cambia fácilmente,
los hombres no son como los pinos siempre verdes.
El renombre se desvanece, el provecho desaparece,
uno muere de pena si, en su juventud,
no ha gozado nunca el placer del libertinaje
y se lamenta como un rey en el exilio.
Por tanto, vale más escuchar a las cortesanas
y amar sin titubeo el oficio de las bellas mujeres.
El único placer en el mundo, si se considera bien,
que más que las riquezas y más que los honores,
merece ser gozado, el único placer verdadero
se encuentra en la alcoba.
-Al principio el placer, la tristeza al final: no vacilemos, amigos,
comamos y bebamos, del día hagamos noche,
temamos la campana que anuncia la mañana.
Abramos los ojos sobre el Yin y el Yang (1)
y despleguemos una gran pintura amorosa.

Yin- principio femenino
Yang- principio masculino
                                                                  Li-yun  (El tapiz del amor celeste)

sábado, 16 de julio de 2016

Bando sobre moral pública

     El señor alcalde-presidente de la villa de Santos de Maimona, Badajoz, dictó en el verano de 1968 un bando sobre moral pública que, como suele decirse, no tiene desperdicio.
He aquí algunos párrafos del bando:
   1.º Se prohíbe toda demostración pública de amor en calles, vías públicas y locales públicos que, además de no interesar a los vecinos en general, son un atentado al decoro público, mal ejemplo para menores y una tara moral para las propias personas que los ejecutan.
   2.º Se prohíbe a las parejitas pasear, desde el anochecer en adelante, por lugares solitarios, considerándose por tales todos los que se encuentran fuera del casco urbano, incluido carreteras, caminos, etc.
   3.º Los propietarios gerentes o encargados de locales y establecimientos públicos deberán invitar a abandonar el local a aquellas personas que puedan incluirse dentro de las normas de este bando...
   4.º La infracciones a las anteriores normas, además de ser sancionadas con arreglo a lo preceptuado... llevarán aparejadas la exposición pública, durante ocho días, de los nombres de los infractores en pizarras instaladas en los lugares de costumbre.

                                                                                                           Celtiberia Show  (1970)

jueves, 14 de julio de 2016

Vestir una sombra

       Lo más difícil es cercarla, conocer su límite allí donde se enlaza con la penumbra al borde de sí misma. Escogerla entre tantas otras, apartarla de la luz que toda sombra respira sigilosa, peligrosamente. Empezar entonces a vestirla como distraído, sin moverse demasiado, sin asustarla o disolverla.
La ropa interior, el transparente corpiño, las medias que dibujan un ascenso sedoso hacia los muslos. Todo lo consentirá en su momentánea ignorancia, como si todavía creyera estar jugando con otra sombra, pero bruscamente se inquietará cuando la falda ciña su cintura y sienta los dedos que abotonan la blusa entre los senos, rozando la garganta que se alza hasta perderse en un oscuro surtidor. Rechazará el gesto de coronarla con la peluca de flotante pelo rubio y habrá que apresurarse a dibujar la boca con la brasa del cigarrillo, deslizar sortijas y pulseras para darle esas manos con que resistirá inciertamente mientras los labios apenas nacidos murmuran el plañido inmemorial de quien despierta al mundo. Faltarán los ojos, que han de brotar de las lágrimas, la sombra por sí misma completándose para mejor luchar, para negarse. Inútilmente conmovedora cuando el mismo impulso que la vistió, la misma sed de verla asomar perfecta del confuso espacio, la envuelva en su juncal de caricias, comience a desnudarla, a descubrir por primera vez su forma que vanamente busca cobijarse tras manos y súplicas, cediendo lentamente a la caída entre un brillar de anillos que rasgan en el aire sus luciérnagas húmedas.
                                                                       Julio Cortázar  (Último round)


miércoles, 13 de julio de 2016

UN GRAN SILENCIO REINABA EN LA CIUDAD

     Sábato caminaba entre las gentes, pero no lo advertían, como si fuera un ser viviente entre fantasmas. Se desesperó y comenzó a gritar. Pero todos proseguían su camino, en silencio, indiferentes, sin mostrar el menor signo de haberlo visto ni oído.
Entonces tomó el tren para Santos Lugares.
Al llegar a la estación, bajó, caminó hacia la calle Bonifacini, sin que nadie lo mirase ni saludase. Entró en su casa y se produjo una sola señal de su presencia: Lolita mudamente ladró con los pelos erizados. Gladys la hizo callar, irritada: estás loca, pareció gritarle, no ves que no hay nadie
Entró a su estudio. Delante de su mesa de trabajo estaba Sábato sentado, como meditando en algún infortunio, con la cabeza apretada sobre las dos manos.
Caminó hacia él, hasta ponerse delante, y pudo advertir que sus ojos estaban mirando al vacío, absortos y tristísimos.
-Soy yo -le dijo.
Pero permaneció inmutable, con la cabeza entre las manos.
-Soy vos, insistió.
Pero tampoco se produjo ningún indicio de que el otro lo oyera o lo viese. Ni el más leve rumor salió de sus labios, no se produjo en su cuerpo ni en sus manos el más ligero movimiento.
Los dos estaban solos, separados del mundo. Y, para colmo, separados entre ellos mismos.
De pronto observó que de los ojos del Sábato sentado habían comenzado a caer lágrimas. Con estupor sintió entonces que también por sus mejillas corrían los característicos hilillos fríos de las lágrimas.                                                   
                                                                   Ernesto Sábato   ( Abaddon, el exterminador)


lunes, 4 de julio de 2016

"Noche de Reyes"

     "Los Reyes son los padres", le habían dicho en el cole. "Los Reyes son los padres"; las palabras resonaban en su mente mientras, acostado y con la luz apagada, esperaba a oír los ronquidos en la habitación contigua. "La noche de Reyes te quedas despierto y cuando tus padres ya duerman les registras la casa, y ya verás cómo encuentras juguetes escondidos...".
Por fin los oyó. Esperó un rato más, que cogieran bien el sueño, y luego se levantó y salió de su cuarto. Anduvo descalzo y sin encender la luz, pues sus padres dormían con la puerta abierta; conocía bien la casa, y una vez se le acostumbró la vista no le costó guiarse en la semipenumbra.
El único lugar donde podían haber escondido juguetes era el armario trastero; no entendía cómo no se le había ocurrido nunca antes, era tan obvio. Quizá por eso, porque era demasiado obvio.
Y, en efecto, allí estaban, envueltos en papel de colores. Aunque no podía ver cómo eran, distinguía sus formas y tamaños, y al tocarlos percibía sus texturas: esto es un pijama, esto es Gi Joe, esto es un patinete...
Los Reyes son los padres. Volvió a meter los juguetes en el armario, entró en la cocina, cogió un cuchillo de trinchar y se dirigió al dormitorio de donde salían los ronquidos.
El policía, tembloroso, apenas pudo balbucir: "¿Por qué?".
-No me trajeron la PlayStation.
                                                                                              Enrique Mora Tudela