martes, 30 de agosto de 2016

Todo es para bien

    

     En un pueblo se mueren todas las gallinas y preguntan al sabio los motivos. Él les responde que todo es para bien. Poco después los perros quedaron paralizados y el sabio volvió a contestar que todo era para bien. A continuación los fuegos se apagaron, el volvió a repetir que era para bien.
Llegaron más tarde unos ladrones muy peligrosos que no tenían escrúpulos en matar. El cabecilla se detuvo y observó que las gallinas estaban muertas, los perros paralizados y no había humo en las chimeneas. Se preguntó ¿Qué sitio es este? Y siguieron su camino sin entrar en ese pueblo.
Todos se salvaron de ser masacrados.

                    Alejandro Jodorowski

sábado, 27 de agosto de 2016

Las hazañas de un joven don Juan (1910)

      
     Las hazañas de un joven don Juan completan junto a las  Las once mil vergas, la obra erótica de Apollinaire (ver entrada en el Ojo.... 31/7/2015). Durante años fue impresa en pequeñas ediciones clandestinas de corto tiraje y reducidas siempre a un selecto grupo de iniciados.
Apollinaire, el autor de Alcoholes, Caligramas, La Roma de los Borgia, Casanova, El poeta asesinado, describe en este texto sus fantásticas exploraciones sexuales, con el lenguaje sencillo y fresco del erotismo adolescente.



miércoles, 24 de agosto de 2016

El cuchillo

     Hoy, al revolver el baúl del desván, mis manos tropezaron otra vez con el cuchillo. Es viejo. Lo he visto infinidad de veces, desde mi infancia. Según me dijeron, vino de Japón, junto con otras cosas que dejó mi abuelo al suicidarse. Ya no sirve para nada, y me pregunto si alguna vez sirvió para algo. A mí no me sirve ni de cortapapeles, pues la hoja es demasiado larga y en curva.
¿Para qué lo conservo? La verdad es que no soy yo quien lo conserva, él se conserva solo.
Simplemente está ahí, se queda ahí. Y hoy, al tropezar con él, he pensado en tirarlo. Pero, ¡qué resistencia! No lo puedo poner de patitas en la calle. Se prende a mi vida, con fuerza. Se quedará conmigo, ya lo veo, hasta el final. Donde voy, va él, entre los muebles de la mudanza. Por lo visto no tiene otro sitio donde ir y permanece a mi lado. No nos decimos nada. Sólo tenemos de común el tiempo que pasamos juntos. Inútil, inútil mi voluntad de tirarlo a la basura. ¿Qué querrá? Empiezo a preocuparme. Al empuñarlo me tira de la mano y su hoja me roza el vientre.
                                                            Enrique Anderson Imbert  (1910-2000)

lunes, 22 de agosto de 2016

Diego de Torres Villarroel (1693-1770)

     Escritor, matemático y astrólogo español nacido en Salamanca en 1693.
Hijo de un librero, su carácter aventurero y rebelde le hicieron llevar la vida pícara y desordenada del estudiante golfo de la época; motivo por el que huye a Portugal, donde actúa como falso médico, ermitaño, buhonero, soldado desertor, titiritero y torero. De regreso a España, obtiene cierto renombre gracias a la publicación de unos almanaques astrológicos firmados con el seudónimo de Gran Piscator de Salamanca.
En sus obras, Torres Villarroel aparece como un desconcertante y audaz innovador verbal que gusta de recrearse en lo crudo y grotesco con un sarcasmo y un tono burlón digno del propio Quevedo a quien rinde homenaje en su obra Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Los calzones de San Francisco

  
     A media noche, horrendos gritos daba
una casada y confesión pedía
diciendo que a pedazos se moría
de un cólico que atroz la atormentaba.
Llámose a un reverendo franciscano
que era su confesor... y de antemano
estaba prevenido
para ver de pegársela al marido
y gozar con la dama sus placeres:
que estos discurren frailes y mujeres.
Luego con la ninfa se halló a solas
quitóse el reverendo los calzones
y, con el taco libre de prisiones,
la hizo, sin más ni más, tres carambolas.
                                                                           Samaniego  (1745-1801)

lunes, 15 de agosto de 2016

La carta

     Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.
La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.
Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision.
Juan”

Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.
Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta.

                                                                 José Luís González  (1926-1996)

sábado, 13 de agosto de 2016

Algernon-Charles Swinburne (1837-1909)

     Escritor inglés nacido en 1837.
Pertenecía a la nobleza y estudió en la universidad de Oxford. Fervoroso lector de Gautier y Baudelaire, la lectura de Sade le permitió no solo realizar su descubrimiento literario sino encauzar una de sus grandes debilidades: la flagelación, a la que eran tan proclives los educadores de Oxford. Su único amorío fue con la amazona circense Adah Menken, quien no pudo superar las dolorosa situación a que le obligaba las inclinaciones del amante.
Su tragedia Chastelard, considerada como una de las más grandes obras del romanticismo inglés, fue recibida por la crítica con desdén debido a los delirios eróticos de su protagonista, al igual que su poemario Poemas y baladas. De entre su numerosa producción destacan también Laus Veneris, Atalante e Himno a Proserpina, obras en las que funde los elementos románticos y los clasicistas con singular sensibilidad y habilidad.
Sus excesos y su afición a la bebida motivaron el que cayera enfermo, a su depresión nerviosa y a su muerte en 1909.

jueves, 11 de agosto de 2016

Edward Sellon (1820-1868)

     
     Escritor inglés nacido en 1820.
De vida excéntrica y poco conocida, ejerció varios oficios que le permitieron dedicarse a escribir. Es autor de una autobiografía violentamente teñida de erotismo, Los altibajos de la vida; de una graciosa historia homosexual, Las aventuras de un estudiante o los horrores de una pasión juvenil; de una novela corta sobre las delicias del amor, El nuevo epicuro y de una apología épica de la flagelación, El libro de notas de las damiselas de hoy o las aventuras de Lady Lovesport y el audaz Harry, considerada como una obra clásica de la literatura pornográfica.

martes, 9 de agosto de 2016

Virginia Woolf (1882-1941)


     Escritora inglesa nacida en 1882.
Perteneció al llamado grupo de Bloomsbury, que acogía a escritores, pintores, críticos, etc, unidos en un común anhelo de belleza y en cierta libertad de costumbres.
Procedían de la clase burguesa y formaban un grupo selecto y elitista en el que la moral victoriana fue burlada por la especial inclinación de sus miembros a la homosexualidad.
Virginia Woolf realizó una obra difícil, personal y un tanto aséptica, destacando a la vez por su obra escrita como por su labor como editora y activista a favor de los derechos de la mujer.
Entre sus obras destaca Orlando (1929), en la que narra sus amores con la también escritora Vita Sackville-West.

Otras obras de la autora son: Mrs Dalloway, Fin de viaje, Al faro, Las Olas, Entre actos y Una habitación propia.
Woolf sufrió siempre de una cierta tendencia a la depresión, que la empujaría a acabar con su vida arrojándose a las aguas del rio Ouse con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras en 1941.

sábado, 6 de agosto de 2016

Te quiero a las diez de la mañana

     Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
                                                                                                     Jaime Sabines

viernes, 5 de agosto de 2016

La obra maestra

    
     El mono cogió un tronco de árbol, lo subió hasta el más alto pico de una sierra, lo dejó allí, y, cuando bajó al llano, explicó a los demás animales:
-¿Ven aquello que está allá? ¡Es una estatua, una obra maestra! La hice yo.
Y los animales, mirando aquello que veían allá en lo alto, sin distinguir bien qué fuere, comenzaron a repetir que aquello era una obra maestra. Y todos admiraron al mono como a un gran artista. Todos menos el cóndor, porque él era el único que podía volar hasta el pico de la sierra y ver que aquello solo era un viejo tronco de árbol. Dijo a muchos animales lo que había visto, pero ninguno creyó al cóndor, porque es natural en el ser que camina no creer al que vuela.
                     
                                                                                                                       Álvaro Yunque