domingo, 31 de agosto de 2014

NERUDA

Estuve en Isla Negra, en la casa que fue, que es, de Pablo Neruda.
Estaba prohibida la entrada. Una empalizada de madera rodeaba la casa. Allí, la gente había grabado sus mensajes al poeta. No habían dejado ni un pedacito de madera sin cubrir. Todos le hablaban como si estuviera vivo. Con lápices o puntas de clavos, cada cual había encontrado su manera de decirle: gracias.
Yo también encontré, sin palabras, mi manera. Y entré sin entrar. Y en silencio estuvimos conversando vinos, el poeta y yo, calladamente hablando de mares y de amares y de alguna pócima infalible contra la calvicie. Compartimos unos camarones al pil-pil y un prodigioso pastel de jaibas y otras maravillas de esas que alegran el alma y la barriga, que son, como él bien sabe, dos nombres de la misma cosa.
Varias veces alzamos nuestros vasos de buen vino, y un viento salado nos golpeaba la cara, y todo fue una ceremonia de maldición de la dictadura, aquella lanza negra clavada en su costado, aquel dolor de la gran puta, y todo fue también una ceremonia de celebración de la vida, bella y efímera como los altares de flores y los amores de paso.
                                                                              Eduardo Galeano

sábado, 30 de agosto de 2014

SUCINTOS

Cuestiones de tramite
   Le dijeron al reo que tenía el derecho de una última voluntad, pero él contestó que pasaba, porque no se pondrían de acuerdo.
El expreso
   Nadie quería decirle a qué hora pasaría el tren. Le veían tan cargado de maletas, que les daba pena explicarle que allí no había habido nunca ni vías ni estación.
 Por los alrededores del pajar
   Buscaba en la tienda un buen agujero para mi aguja, pero al final resultó que sólo podía hacérselo ella misma. Por miedo a despuntarla, la dejé desnuda tal como había venido al mundo.
Confesión
   Mi amada me dijo que un pecho sí, pero que el otro no, porque lo tenía apalabrado. Malhumorado y egoísta, perdí el único que quedaba disponible.
Venimos del polvo
    Excavaron enfrente de su casa. No querían decirle si hacían una piscina o la base de una glorieta. "Se trata de una sorpresa", respondían a cada una de sus preguntas. Y lo fue, porque cuando completaron las medidas le dieron aquello que se llama cristiana sepultura.
Discreción
   Le invitaron a pensar y dijo que no quería ocasionar molestias, que ya pensaría en casa.
                                                       
                                                                             Pere Calders

DECISIONES

Elevarse de un estado miserable tiene que ser fácil hasta con una energía voluntaria. Me levanto bruscamente del sillón, doy vueltas alrededor de la mesa, muevo cabeza y cuello, lleno de fuego los ojos, pongo tensos los músculos a su alrededor. Me opongo a todo sentimiento, saludo violentamente a A, soporto amistosamente a B y delante de C me trago todo lo que se dice, dando largos tragos, a pesar del dolor y del esfuerzo.
Pero aun cuando todo se desarrolle así, cualquier error, que nunca faltará, detendrá todo, tanto lo fácil como lo difícil, y tendré que dar vueltas en círculo hacia atrás.
Por eso el mejor consejo sigue siendo aceptar todo, comportarse como una pesada masa y, aunque uno se sienta como soplado a sí mismo, no dejar que le hagan dar ningún paso innecesario, observar a los otros con cara de animal, no sentir arrepentimiento, en suma: aplastar con la propia mano lo que queda todavía de la vida como fantasma, es decir, aumentar todavía más esa última paz propia de la tumba y no dejar que subsista nada fuera de ella.
Un movimiento característico de semejante estado es pasarse el meñique sobre las cejas.
                                                         Frank Kafka  
                                                        

viernes, 29 de agosto de 2014

EL CIERVO ESCONDIDO

Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar al ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:
- Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.
-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.
-Aún suponiendo que encontré al ciervo por un sueño -contestó el marido-, ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró al ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró al ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.
El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:
- ¿ Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?
           LIEHTSÉ, filósofo y escritor chino que despuntó en el siglo IV, antes de la Era Cristiana

domingo, 17 de agosto de 2014

MUERTE HEROICA

    En una ciudad donde la gente disconforme nunca consideraba suficientes sus diversiones, un consorcio contrató a un hombre que debía pararse de cabeza en la punta de un campanario para luego dejarse caer y matarse. Por hacer eso le pagarían quinientas mil coronas. Todas las clases sociales se mostraron vivamente interesadas por la perspectiva de ese espectáculo, y las tarjetas para poder presenciarlo fueron totalmente vendidas en pocos días. No se hablaba de otra cosa. Todos encontraban que la empresa era temeraria, pero coincidían que la suma estipulada en el contrato era justa.
Podía considerarse muy agradable eso de lanzarse al vacío, sobre todo desde semejante altura, y matarse, pero también había que pensar en que el precio acordado con el hombre le fuera pagado como correspondía. El consorcio lo había previsto todo, sin ahorrar esfuerzos, para que el acto organizado saliera bien, de modo que la ciudad pudiera sentirse orgullosa de ofrecer tal atracción.
De más está decir que la admiración general se orientó también, y en forma intensa, hacia el hombre que se había comprometido a realizar aquella prueba. Los cronistas de todos los diarios se lanzaron sobre él con entusiasmo, especialmente cuando faltaban pocos días para el acontecimiento. El hombre los recibió muy cordialmente en su habitación del hotel más prestigioso de la ciudad.
-Sí, para mí esto no es más que un negocio -les aclaró-; me han ofrecido la suma que ustedes saben y he aceptado el compromiso. Eso es todo.
-Pero ¿no le parece a usted bastante incómodo encontrarse en la necesidad de entregar la vida? Se comprende que eso es imprescindible, ya que de otro modo no se lograría un espectáculo sensacional y el consorcio no podría pagar lo que ha prometido; pero, personalmente, para usted no debe ser muy agradable.
-Tiene usted mucha razón, y también yo lo he pensado. Pero ¡qué es lo que no hace un hombre por el dinero! Sobre la base de esa conversación los diarios publicaron extensos artículos acerca del hasta entonces desconocido ciudadano, sobre su carácter, su vida privada, su pasado, sus ideas y sus opiniones relativas a los distintos problemas del presente. Su fotografía surgía siempre en cualquier revista que uno abriera. Se trataba de un hombre joven y fuerte, sin ninguna particularidad notable, pero a quien se adivinaba alegre y decidido: era un representante típico de la mejor juventud de la época, animoso y sano. 
Pero no había quien no estuviera de acuerdo en que la iniciativa era original y fantástica, propia de las posibilidades y el entusiasmo de los intensos y extraordinarios tiempos que vivimos.
Por fin llegó el gran día. La gente se apretujaba a lo largo de las calles que rodeaban el campanario. La expectativa era inusitada. Todos contenían el aliento hasta el máximo límite posible en la espera de lo que iba a suceder.
Y el hombre cayó. El espectáculo fue de corta duración. Los espectadores se dirigieron a sus casas. No sabían bien por qué, pero se sentían decepcionados. Era verdad que había sido algo grandioso, pero de todos modos.....¡No había hecho más que matarse! Habían pagado demasiado caro por algo que, después de todo, resultó muy sencillo. Era cierto que el hombre había quedado espantosamente deshecho, más ¿qué placer habían obtenido con eso? ¡Un joven lleno de esperanzas sacrificado así? Regresaban a sus hogares descontentos. No, presentar semejantes horrores debería estar completamente prohibido. ¿Quién podía divertirse con eso?

                                                                                        Pär Lagerkvist   Historias tristes

sábado, 9 de agosto de 2014

PASOS


     Cuando estás dentro de mí.....¿por qué me incitas a acariciarme al mismo tiempo? Te siento, de modo que.....¿por qué debo tocarme a mí misma?
Has reconocido que, al hacerte el amor, te obligo a tener más conciencia de tu cuerpo.
Así es, pero hacerme eso a mí misma parece perverso.
¿Sin duda, te estimula y excita más aún?
Sí, por cierto.
Entonces, simplemente, entrégate a lo que sientes: disfruta de ese conocimiento. Los amantes no son caracoles: no necesitan salir de su caparazón y encontrarse a mitad de camino. Encuéntrate conmigo dentro de tu propio yo.
Nunca pensé en eso como lo ves tú: eso, no se me ocurriría naturalmente. Pero, tú.....¿Qué sientes? Te necesito a ti, a ti solamente. Pero más allá de ti y de mí juntos, me veo cuando nos hacemos el amor. Es esa visión de mí mismo como amante tuyo lo que quiero retener y hacer más real.
Pero tú me quieres tal como soy, aparte de ti.....¿no es eso?
No te conozco aparte de mí. Cuando estoy solo, cuando tú no estás aquí, ya no eres algo real: después me limito a volver a imaginar.
Por lo tanto, sólo me necesitas para proporcionarte un escenario en el cual puedas proyectarte y verte y ver cómo tus experiencias desechadas vuelven a cobrar vida cuando me afectan. 
¿Tengo razón? Tú no necesitas que yo te ame; sólo me necesitas para que me abandone a los sueños y fantasías que me inspiras. Lo único que te hace falta es prolongar ese impulso, ese momento.
                                                                                             Jerzy Kosinski