lunes, 30 de marzo de 2015

William Beckford (1759-1844)

     Perfecto prototipo del millonario excéntrico del prerromanticismo inglés, ha pasado a la historia de la literatura por su novela gótico-oriental Vathek*, que en su tiempo gozó de una notoria fama -Byron la llamaba "mi biblia"- y que más de cien años después los simbolistas rescatarían del injustificado olvido. A los diecinueve años publica, anónimamente,  Memorias biográficas de pintores extraordinarios*, que junto con Vatheck, son sus mejores obras.
De noble cuna, Beckford encarnó un tipo suficientemente trivial de playboy millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, libertino y constructor de palacios. Levantó una arriesgada mansión en Fonthill, de la cual, quizá afortunadamente para el buen gusto, no queda piedra sobre piedra.
*Vatheck- Narra la historia del califa Vatheck, un personaje desmesurado a quien su sed de conocimiento lo acaba precipitando en el Palacio del Fuego Subterráneo, esto es, el Infierno, donde encuentra a otros príncipes condenados que le relatan, a su vez, sus desventuras.
*Memorias biográficas de pintores extraordinarios- Consideradas en la época como sátira soez de figuras del panorama pictórico inglés, estas biografías inventadas sirven de punto de partida para dar forma a un tipo de fantasía literaria -el retrato imaginario- que más tarde cultivarían escritores como Borges o Marcel Schwob, entre otros.

domingo, 29 de marzo de 2015

Sadismo y Masoquismo

      
 "Que a quien pretende el castigo, castigo es no castigarle"
                                           (Sor Juana Inés de la Cruz)

Escena en el Infierno.
Sacher-Masoch se acerca al marqués de Sade y, masoquísticamente, le ruega:
 -¡Pégame, pégame! ¡Pégame fuerte, que me gusta!
El marqués de Sade levanta el puño, va a pegarle, pero se contiene a tiempo y, con la boca y la mirada crueles, sadísticamente, le dice:
-No
                       Enrique Anderson Imbert  (1910-2000)
                            

Paul Gauguin

Bien, Paul Gauguin ha muerto. Lo que quedaba de él se puede adquirir en pública subasta: sus ropas, sus utensilios, retratos, diarios, álbumes. Alguien pagó cuarenta centavos por su paleta. 
La mano que levantaba los cuadros al revés para alentar las carcajadas, los iba entregando por tres, cinco, siete francos. Tehamana, su mujer, lloraba en silencio. "La casa del placer", con sus murales laterales, fue igualmente subastada y, con la misma sordidez, la imagen de Satán y el retrato de Teresa, y su bastón y su cocina. Gauguin había muerto en "flagrante delito", luego de ser multado con mil francos y encarcelado tres meses por apoyar las costumbres maorís, el culto a dioses ancestrales, en oposición al deseo destructivo de los misioneros. En el juicio se habló de festines de carne humana y divina, de orgías, de ingestión de jugos de fruta fermentados. Bien, señor Gauguin, así concluyeron sus cosas y su vida cuando usted se pudría casi a flor de tierra, pero ahora usted goza de la inmunidad que se le otorga a los muertos ilustres que han pasado a formar parte de la Historia del Arte.
Alguien recordará cómo se le llamaba en vida. "Mufle", parásito social, egoísta. . . Alguien recordará su macabra muerte, lejos de su viuda salvaje, de su casa del placer. Imaginar a Gauguin muriendo leproso, elefanciático, sifilítico, las piernas cubiertas por eczemas, quejándose de los continuos dolores que le producía aquella vieja fractura que le ocasionó algún borracho en Bretaña. Sí, el 8 de mayo de 1903, con una pierna colgando fuera del lecho aún caliente, Gauguin murió y algún salvaje corrió por el pueblo gritando: "el blanco ha muerto, venga", llamando a algún civilizado, mientras Tioka mordía con desesperación el cráneo de su amo y mascullaba entre sollozos: "ahora el hombre ya no existe. No tenemos más hombre". Y así quedó el cuerpo de Gauguin, pudriéndose, mientras los misioneros, como buitres que se ensañan con un cadáver, prohibían que su cuerpo fuera enterrado en el cementerio privado del arzobispo; tal vez temían alguna venganza de los dioses y la magia Matamúa.
Y quizá tampoco sea adecuado recordar la vida amorosa de Gauguin. Es posible que escandalice un poco que un señor de cuarenta años, un viejo cuarentón como dirán algunos, tuviera una vida de goce y felicidad con una niña maorí de trece años. No serán pocos a los que moleste imaginar a esta mole europea, a este corpulento y fornido señor Gauguin, echándose sobre el cuerpo bronceado de la pequeña criatura para realizar el horrible acto del amor, bajo el techo en cuya entrada el blanco había grabado orgullosamente "La casa del placer" y en cuyos muros laterales dos enormes murales tenían también inscripciones como "Sed amorosos y seréis felices y sed misteriosos y seréis felices".
                                                                               A. Popof   (1977)

Vercoquin y el plancton** (Lo lúdico como filosofía vital) (1946)

Cuando uno ha pasado su juventud recogiendo colillas en Deux-Magots, lavando vasos en una trastienda sombría y grasienta, cubriéndose, en invierno, con periódicos viejos para calentarse en el banco helado que sirve al mismo tiempo de dormitorio, de vivienda y de cama, cuando a uno le llevaron dos guardias a la comisaría por haber robado un pan en la panadería; cuando uno ha vivido día a día trescientas sesenta y cinco veces y un cuarto por año, como el pájaro-mosca en la rama del loto; en una palabra, cuando uno se ha alimentado con plancton, se tienen derechos como escritor realista, y la gente que lo lee piensa para sí misma: este hombre ha vivido lo que cuenta, ha sentido lo que describe.
Pero yo siempre he dormido en una buena cama, no me gusta fumar, el plancton no me tienta en absoluto, y si alguna vez hubiese robado algo, habría sido carne. Los carniceros, de naturaleza más sanguínea que los panaderos, no te llevan a la comisaría por un desgraciado filete de las sobras, sino que más bien se lo cobran sobre la misma persona con magníficos puntapiés en los riñones.
                                Boris Vian
** Novela escrita en 1946 para "divertir a un grupo de amigos" en la que Vian combina la descripción de una cierta juventud desenfrenada de la postguerra con la del increíble funcionamiento de un organismo dedicado a las más inverosímiles actividades, tales como la unificación de las clavijas para ruedas traseras de carretillas, o los coladores para pasteles. . . .
             

jueves, 26 de marzo de 2015

"De Profundis" Oscar Wilde

Oscar Wilde fue condenado a dos años de cárcel, en mayo de 1895, por "cometer actos sumamente indecentes con otras personas de sexo masculino", y fue liberado en mayo de 1897, tras cumplir íntegramente su condena. Sus tormentosas relaciones con Lord Alfred Douglas suponen no sólo su encarcelamiento, sino también su bancarrota.
De Profundis es la única obra que escribió en la cárcel, y la última de sus obras en prosa. Le dio la forma de carta dirigida a A. Douglas.
La escribió en hojas sueltas que le eran proporcionadas de una en una y que iban quedando depositadas en manos del alcaide de la cárcel de Reading, el cual entregó el manuscrito íntegro a Wilde el día de su liberación.
De Profundis, obra apasionada en la que Wilde busca el sentido de su existencia en el sufrimiento asociado con el arte. Desvela una faceta insólita, ferozmente agria, pero en absoluto menos brillante de uno de los dandys más ingenioso de todos los tiempos; constituyendo un testimonio apasionado sobre si mismo de un genio sometido a unas duras condiciones de tensión anímica.

15 días


Cortometraje dirigido por Rodrigo Cortés en el año 2000, que alcanzó notable éxito y cosechó más de cincuenta premios nacionales e internacionales. Se trata de un falso documental que narra la historia de un hombre (Castor) que vive a costa de aprovecharse de los periodos de prueba de objetos de consumo y que se pueden devolver antes de expirar dicho periodo de prueba.

Los amores de Chuquillanto y Acoitrapa


Acoitrapa era un pastor de llamas. Tocaba la quena tan dulcemente que hasta las flores se abrían para oírlo. Un día, Chuquillanto, la hija del Sol, oyó sus melodías y bajó a escucharlo.
Al finalizar el día, el pastor y la hija del Sol se habían enamorado. Pero ellos sabían que el Sol nunca iba a aceptar su unión.
Una noche, Chuquillanto se sentó a llorar su pena junto a unas fuentes de palacio. Las fuentes entendieron su tristeza, llamaron a la lluvia y la ordenaron que transmitiera al pastor el sentimiento de la joven. El pastor recibió el mensaje, pero se sintió inmensamente triste.
Llorando lo encontró su madre. La anciana le sugirió que fuera a ocuparse de su rebaño. Más tarde, Chuquillanto llegó a buscar a su amado, y la anciana le regaló un bastón de piedras preciosas, herencia de sus antepasados.
Cuando la princesa regresó al palacio, vio que el bastón empezaba a cambiar de colores. De pronto, se abrió como una flor y de su centro apareció Acoitrapa. Ella se acercó, se abrazaron y se besaron, y durmieron juntos.
Al día siguiente, los enamorados huyeron del palacio. Pero el Sol los mandó perseguir. Sabiéndose perdidos, pues tarde o temprano el Sol los alcanzaría, le pidieron un último deseo al bastón mágico.
-¡Conviértenos en piedra, así nadie podrá separarnos!
El bastón, cuya misión era unir a los que se aman, realizó el deseo de la pareja. Los convirtió en una hermosa montaña y, de esta manera, los unió para siempre. 
Hoy, la montaña se llama Pitusiray y está cerca del pueblo de Caica, en el Valle Sagrado de los Incas.
                                                   Leyenda Inca

miércoles, 25 de marzo de 2015

Afilar el hacha

En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al día siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aún así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
-¿Cuando fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
-Realmente, no he tenido tiempo. . . He estado demasiado ocupado cortando árboles. . .
                                                                      Anónimo Oriental

"La Roma de los Borgia" ( G. Apollinaire )

" La Roma de los Borgia " es una novela poco conocida de Gillaume Apollinaire, escrita en colaboración con René Dalize, publicada en 1913 y raramente editada posteriormente.
Esta novela ha sido definida como pornográfica, anticlerical, antirreligiosa.....Si bien hay elementos que permiten propiciar una apresurada calificación de la obra mediante estos adjetivos, es más exacto definir "La Roma de los Borgia" como una novela cruel, de héroes crueles y de una época cruel.
Lo que Apollinaire y Dalize describen es la crueldad del poder. Los elementos eróticos o antirreligiosos son utilizados para desvelar los entresijos de dicho poder y no para juzgar la moralidad de unos hechos o de la sociedad de su tiempo. 
Los personajes levantan acta de una época, son héroes que se adaptan a su tiempo, no para transformarlo, sino para dominar a sus contemporáneos. La crueldad deja de ser un hecho subjetivo o la característica de tal o cual personaje, para convertirse en la regla de juego de una sociedad.

lunes, 16 de marzo de 2015

Historias de Rabinos


(*) Un hombre viajó a Chelm a fin de pedir consejo al Rabino Ben Kaddish, el más sabio de todos los rabinos del siglo XIX y quizás el pelmazo más importante desde la Edad Media.
 -Rabino -preguntó el hombre-, ¿dónde puedo encontrar la paz?
El hasídico lo miró y dijo:
 -¡Rápido, mira detrás tuyo!
El hombre dio media vuelta, y el rabino Ben Kaddish le dio en la nuca con un candelabro.
 -¿Es paz suficiente para ti? -le dijo ajustándose su casquete.

(*) El Rabino Raditz de Polonia era un rabino muy bajo con una barba muy larga. Se dice de él que inspiró muchas reyertas con su sentido del humor.
Uno de sus discípulos le preguntó:
 -¿Quién era el preferido de Dios? ¿Moisés o Abraham?
 -Abraham -replicó el judío.
 -Pero Moisés condujo a los judíos a la Tierra Prometida -dijo el discípulo.
 -Pues bien, entonces Moisés - contestó.
 -Comprendo, Rabino. Fue una pregunta estúpida.
 -No sólo eso, sino que eres un imbécil, tu mujer es un horror, y si no dejas de pisarme, quedas excomulgado.

(*) Un hombre que no podía casar a una hija suya muy fea, visitó al Rabino Shimmel de Cracovia.
Tengo una gran pena en el corazón -le dijo- porque Dios me ha dado una hija fea.
 -¿Cuán fea? -preguntó el rabino.
 -Si la tumbara en un plato al lado de un arenque, usted no podría distinguir quién es quién.
El rabino de Cracovia pensó un largo rato y por último preguntó:
 -¿Qué clase de arenque?
El hombre, sorprendido por la pregunta, pensó rápidamente y contestó:
 -Eh... un arenque Bismark.
 -¡Qué lástima! -exclamó el rabino-. Si fuera del Báltico tendría más posibilidades.
  
      Woody Allen   Como acabar de una vez por todas con la cultura (1966)

viernes, 13 de marzo de 2015

De la no consolación de la memoria

No guardaba del lugar donde nació recuerdo grato alguno. Le habría gustado, me explicaba, nacer en ningún sitio para que en él pusieran sobre piedra solemne escrito en humo: Aquí nació nadie.
No tenía recuerdo duradero que no fuera el de la infancia cercada. Torpe lugar de nieblas insalubres. Descargadero innoble de deshechos del tiempo en estado de sitio. Pozo. Desde el brocal escrutas aún el fondo donde el agua sellada no recompone imágenes. Niñez y adolescencia sitiadas. Calle abajo venía un muerto prematuro con una indescifrable sonrisa en la voz ciega. Os dijisteis adiós. (Ya nunca volverían vuestros labios a unirse.) Alrededor todo tenía vida menor que un muerto. Era la mineral supervivencia del vacío de nada. Y en los pasillos, en las paredes, en los ridículos salones se escribía en palotes la parodia soez, la falsa historia de antemano negada.
Nadaba en el aceite un pez enorme. Tenía un ojo sólo; el otro, sumergido, abrasado, chirriaba. Lo miraste. Era tiempo de huir. Entonces dispusiste las palabras, ciertas palabras sueltas de sus sucios engastes, como puente de tablas sobre los dos abismos.
No conservaste imágenes, decías. Acaso sí. De una esquina de piedra y de un árbol segado. O la memoria de tu propio cuerpo, de un ave agonizante en las manos de nadie.
                        José Ángel Valente   El fin de la edad de plata (1973)

Segunda carta conyugal

Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, y cuya alma agitada y oscura no alimentara continuamente mi desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre con un sentimiento de temor e incomodidad. Se muy bien que tus inquietudes por mí son a causa de tu amor, pero es tu alma enferma y malformada como la mía la que exaspera esas inquietudes y te corrompe la sangre. No quiero seguir viviendo contigo bajo el miedo. Agregaré además que necesito una mujer que sea mía exclusivamente, y que pueda encontrar en todo momento en mi casa.
Estoy aturdido de soledad. Por la noche no puedo regresar a un cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las comodidades de la vida. Me hace falta un hogar y lo necesito enseguida, y una mujer que se ocupe de mi permanentemente, incapaz como soy de ocuparme de nada, que se ocupe de mi hasta de lo más insignificante.
Todo lo que te digo es de una mezquindad atroz, pero es así. No es preciso siquiera que esa mujer sea hermosa, tampoco quiero que tenga una excesiva inteligencia, y menos aún que piense demasiado. Con que se apegué a mí es suficiente.
Pienso que sabrás reconocer la enorme franqueza con que te hablo y sabrás darme la siguiente prueba de tu inteligencia: comprender muy bien que todo lo que te digo no rebaja en nada la profunda ternura, y el indeclinable sentimiento de amor que te tengo y seguiré teniendo inalienablemente por tí, pero ese sentimiento no guarda ninguna relación con el devenir corriente de la vida. La vida es para vivirse. Son demasiadas las cosas que me unen a ti para que te pida que lo nuestro se rompa; sólo te pido que cambiemos nuestras relaciones, que cada uno construya una vida diferente, pero que no nos desunirá más. 
                           Antonin Artaud   El ombligo de los limbos (1926)

 Werner "Akizur" Ruzicka, actor y director de teatro con una extraordinaria capacidad para contar historias, teatraliza un fragmento del "Teatro de la crueldad" de Antonin Artaud de una manera intrigante y adictiva.
  

jueves, 12 de marzo de 2015

¿Cual es la verdadera?

     Conocí a una tal Benedicta, que llenaba la atmósfera de ideal, y cuyos ojos vertían el deseo de la grandeza, de la gloria y de todo lo que hace creer en la inmortalidad.
Pero aquella joven milagrosa era demasiado bella para vivir mucho tiempo; así que murió a los pocos días de haberla yo conocido, y yo mismo fui el que la enterré, cierto día en que la primavera agitaba su incensario hasta dentro de los cementerios. Yo fui el que la enterré, bien encerrada en un féretro de madera perfumada e incorruptible, como los cofres de la India.
Más, mientras tenía los ojos clavados en el sitio en que estaba sepultado mi tesoro, vi de repente a una personilla que se parecía singularmente a la difunta, y que iba diciendo, entre estallidos de risa, mientras pataleaba sobre la tierra fresca con una violencia histérica y extraña "¡Soy yo, la verdadera Benedicta! ¡Soy yo, yo, una perfecta bribona! ¡Y como castigo de tu locura y tu encegamiento, me amarás tal como soy!"
Pero yo, enfurecido, respondí: "¡No! ¡No! ¡No!" Y para mejor acentuar mi negativa, di con el pie en la tierra, tan fuerte, que la pierna se me hundió hasta la rodilla en la sepultura reciente, y que, como un lobo caído en la trampa, sigo atado, quizá para siempre, a la fosa del ideal.
       Charles Baudelaire  El Spleen de París (1869)

miércoles, 11 de marzo de 2015

Hablaba y hablaba

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
               Max Aub  Crímenes ejemplares (1957) 

Esbozo de vértigo


París despierta. Es todavía de noche en esta mañana de noviembre. En la avenida del Observatorio un pájaro, uno sólo, ensaya algunos trinos. Me detengo y escucho. De pronto, oigo gruñidos en las inmediaciones. Imposible saber de dónde proceden. Por fin diviso a dos mendigos que duermen debajo de una camioneta: uno de ellos debe tener un mal sueño. Roto el encanto, sigo mi camino. En el urinario de la plaza de San Sulpicio tropiezo con una viejecilla medio desnuda... Horrorizado, me precipito dentro de la iglesia donde un cura jorobado, de mirada pérfida, explica a unos cuantos desgraciados de todas las edades que el fin del mundo es inminente y que el castigo será terrible.
                                    E.M. Cioran   Desgarradura (1979)

A una hora del vino

Inerme, estaba sentado aún en el baño, observando los insectos de la pared colocados en ángulos diferentes, como navíos en rada. Serpenteando, una oruga comenzó a acercársele atisbando a derecha e izquierda con inquisitivas antenas. Un enorme grillo de pulido fuselaje, se agarraba de la cortina y se mecía con leve movimiento a la vez que se limpiaba el rostro como un gato, en tanto que sus ojos, clavados en dos cañas, parecían girar en su cabeza. Se volvió esperando encontrar mucho más cerca a la oruga, pero también ella se había vuelto, desviando ligeramente sus amarras. Ahora un alacrán se le acercaba moviéndose con lentitud. De pronto el Cónsul se levantó temblando de pies a cabeza. Pero no era el alacrán lo que le importaba. De súbito las leves sombras de clavos aislados, las manchas de mosquitos aplastados, las mismas cicatrices y cuarteaduras de la pared comenzaban a pulular, así que, por doquiera que mirase, a cada momento, nacía otro insecto que comenzaba a arrastrarse hacia su corazón. Era como si ( y esto le resultaba lo más asombroso ) todo el mundo de los insectos se le acercase, le arrinconase y se precipitase sobre él. Por un momento, la botella de tequila en el fondo del jardín resplandeció en su alma y el Cónsul dando traspiés llegó hasta su recámara.
                   Malcolm Lowry  Bajo el volcán (1947) 

lunes, 9 de marzo de 2015

Las medias blancas















Tengo unas medias blancas de seda que me pongo
cuando me visto el traje negro de los recuerdos.
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas
que hacen juego con pájaros interiores, oscuros.

Las piernas, penetradas por estas bocas blancas,
levemente se abren con signos vegetales.
Los hilos amanecen en mi piel,
brotan, perdiéndose,
entre los elevados pensamientos más íntimos.
En derredor: imágenes de ocupación pelviana,
soberbias latitudes desde el puente atestiguan
la entraña y las enaguas levantadas al vuelo.
¡Qué holgada está la tela de la falda de flores,
la rodilla suavísima con olor a naranjas!
Por los muslos se agrandan los dibujos henchidos,
son copos invisibles calcinando altas cumbres.
Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas,
tan finas son las mallas que asaltan los engarces
y hasta el ocre desierto los poros me rezuman
feroces destinos, presagios entreabiertos.
Siento flores y manos crecer entre las piernas
y más arriba el musgo
tapando el azulón vellón de la albufera.
No podría ponerme estas medias sabiendo
la gracia que se esconde, generosa en tu boca.
Espumosas persisten, sin causa me rodean,
temibles de tu roce, sin fatiga,

explorando.
            Isla Correyero  Lianas (1988)


domingo, 8 de marzo de 2015

¡Nunca nos soltaréis!

Hemos remado con el viento en contra y con las velas bajas.
¿Nunca nos soltaréis?
Comimos pan y cebolla cuando os apoderabais de las ciudades, corrimos a bordo cuando el enemigo os rechazaba.
Los capitanes cantaban en la cubierta cuando el tiempo era hermoso, nosotros estábamos abajo.
Nos desmayábamos con el mentón en los remos, no veíais que estábamos ociosos, porque nos hamacaba la nave.
¿Nunca nos soltaréis?
Con la sal, los cabos de los remos eran ásperos como la piel de los tiburones, el agua salada nos ajaba las rodillas hasta los huesos, el pelo se nos pegaba en la frente, nuestros labios deshechos mostraban las encías. Nos azotabais porque no seguíamos remando.
¿Nunca nos soltaréis?
Pero en breve nos iremos por los escobenes como el agua que se va por el remo y aunque los otros remen detrás, no nos agarraran hasta que agarren lo que aventan los remos y hasta que aten los vendavales en el hueco de la vela.
¡Nunca nos soltaréis!
                                          Rudyard Kipling  Many Inventions  (1893)

Poema de un gusto que no es el mío

La cabeza no era más que una bola vieja y pequeña en el gran lecho blanco. El almohadón de seda ornado, con una pasamanería correctamente asentada sobre la costura, daba cara a la lámpara. La madre estaba en el hueco de éste valle blanco, con la dentadura quitada; y el hijo cerca de la mesa de noche con sus diez y siete años y el vello que los granos impedían afeitarse, se asombraba de que en ese antiguo y gran lecho, de esa pequeña bola sin dientes, hubiera podido salir una maravillosa personalidad conquistadora y tan evidentemente genial como la suya. De todos modos, la bola pequeña y arrugada no quería que abandonase la lámpara cerca del valle blanco. Hubiera sido preferible que no se alejase, porque esta lámpara le ha impedido verdaderamente vivir en otra parte cuando no vivía cerca de ella.
                                              Max Jacob   El cubilete de dados (1906)

sábado, 7 de marzo de 2015

Lulú la meona













Todo da vueltas, todo.
Lulú camina y camina y a veces se detiene
para hablar por teléfono estirando
una pierna y fumando con odio.
Todo da vueltas, todo.
El amor es una manera más de 
descomponerse en la vida.
Qué haremos, amor mío,
con toda la ropa sucia.
Lulú no sabe qué hacer con los senos
que cuelgan como mangueras.
Es evidente, le digo, se ama tantas veces
que llega un momento en que se está demasiado 
cansado para amar siempre.
Yo te amo, te amaba, te amé.
Para toda la vida, claro, sin ninguna vacilación
y entregado del todo.
Tú sabes.
Lulú viene desnuda a solucionar
los problemas del mundo.
     Fin de otro conflicto doméstico.
                                        Fernando Tola de Habich  Lulú la meona  (1977)

viernes, 6 de marzo de 2015

La guerra a muerte entre el elefante y el dragón

Los dos animales más opuestos y que más rivalizan entre sí son el dragón y el elefante, que se odian extraordinariamente uno a otro, más que ninguna otra bestia en el mundo, y mantienen guerra perpetua.
El dragón desea la muerte del elefante, porque la sangre de éste, que es fría, apaga el enorme calor y ardor del veneno del dragón, cuando la bebe. Así, el dragón se coloca al acecho en los caminos por donde sabe que pasan los elefantes, y enrosca su cola al muslo del elefante, y lo oprime con tal fuerza, que lo hace caer a tierra, matándolo a continuación.
Estos grandes dragones nacen en las Indias y en Etiopía entre los grandes ardores del sol. Cuando el dragón ataca al elefante, éste lo pisa, aplastándolo con su gran peso.
Igualmente, cuando el elefante ve al dragón encaramado a un árbol y acechando su paso, se va derecho al árbol para matar al dragón; y el dragón salta sobre la espalda del elefante, le muerde entre las ancas y le saca a veces los ojos; luego, se vuelve a la herida que le ha causado y le chupa la sangre, hasta que el elefante se debilita tanto, que se deja caer. Y si el dragón no es ágil, cuando cae el elefante, si no se aparta rápidamente, el elefante cae sobre él y lo aplasta con su peso. Así, al morir, mata a su asesino. . .
                                                                      Bestiario Medieval

jueves, 5 de marzo de 2015

Los incendios, los mitógrafos

Así es este amor: como tu rabadilla asándose. Una fuente llena de prietas, de hígados hirviendo y costillas y bofes y bonetes todavía en llamas : al rojo araucano es este amor. Aquí no tiene peso el lamento de las aves ni el contre turbio -carne para niñitos- ni la pulpa de la posta rosada ni la negra ni el hueso de vaca para los enfermos. Y aquí, bacán hincado a tus pies, yo te beso y muerdo tus chunchules y esto se acaba. Por eso no te acuestes: se incendiaría la fatuidad de los tomates. Por ahora las cebollas entran en la hoguera y allí son decapitadas. Entonces sube el olor del ozono indomable y aparecen los incendios, los mitógrafos, y mañana las cenizas.
                       Hernán Lavín Cerda   El pálido pie de Lulú (1977)

miércoles, 4 de marzo de 2015

Apertura

Todos los ruidos habituales, roces de sillas, carraspeo de gargantas, toses apagadas, restregamiento de pies, crujidos, chirridos de polvo; más cerca la ropa se ablanda con el calor.
Un auténtico bosque que invierte sus hojas, las orienta en todos los sentidos.
   Apertura: raja, orificio, espacio vacío en el interior de un cuerpo, principio, inauguración destinada a ambientar la obra que sigue a continuación. ¡Música! ¡Comedia! Cierto, la innegable superioridad de la mujer sobre el hombre; él cae en la trampa. Basta con representar una escena y añadir: ¡poséeme! ¡Teatro! Los tres timbres. El silencio se mantiene gracias al pesado telón que cuelga con sus pliegues canalizados hacia el suelo de modo que permanezca cerrado. La espera, minutos tan largos como los de la noche antes de que aparezca desnudo, impúdico, un bosque o una calle, una habitación despanzurrada, un vientre. (Fragmento)

Janine Aeply  Una chica casadera (1961)
Janine Aeply desarrolla en esta sutil y poética novela erótica, el tema de la angustia femenina ante la ausencia del compañero sexual que, de una forma exasperada y llena de alucinaciones, es reemplazado por una delirante orgía de la imaginación. Con la evidente presencia en cada una de sus páginas de la masturbación física y mental de la protagonista, Una chica casadera es una novela en la que, en todo momento, predomina un lirismo y una capacidad evocativa poco común en este tipo de literatura.



domingo, 1 de marzo de 2015

Alféizar

Estoy cárdeno. Mientras me peino, al espejo advierto que mis ojeras se han amoratado aún más, y que sobre los angulosos cobres de mi rostro rasurado se ictericia la tez acerbadamente.
Estoy viejo. Me paso la toalla por la frente, y un rayado horizontal en resaltos de menudos pliegues, acentúase en ella, como pauta de una música fúnebre, implacable. . . Estoy muerto.
Mi compañero de celda hase levantado temprano y está preparando el té cargado que solemos tomar cada mañana, con el pan duro de un nuevo sol sin esperanza.
Nos sentamos después a la desnuda mesita, donde el desayuno humea melancólico, dentro de dos porcelanas sin plato. Y estas tazas a pie, blanquísimas ellas y tan limpias, este pan aún tibio sobre el breve y arrollado mantel de damasco, todo este aroma matinal y doméstico, me recuerda mi paterna casa, mi niñez santiaguina, aquellos desayunos de ocho y diez hermanos de mayor a menor, como los carrizos de una antara, entre ellos yo, el último de todos, parado junto a la mesa del comedor, engomado y chorreando el cabello que acababa de peinar una de las hermanitas; en la mano izquierda un bizcocho entero ¡había de ser entero! y con la derecha de rosadas falangitas, hurtando a escondidas el azúcar de granito en granito. . .
¡Hay!, el pequeño que así tomaba el azúcar a la buena madre, quien, luego de sorprenderle, se ponía a acariciarle, alisándole los repulgados golfos frontales.:
 -Pobrecito mi hijo. Algún día acaso no tendrá a quién hurtarle azúcar, cuando él sea grande, y haya muerto su madre.
Y acababa el primer yantar del día, con dos ardientes lágrimas de madre, que empapaban mis trenzas nazarenas.
                                   César Vallejo   Escalas: cuneiformes (1923)