viernes, 16 de octubre de 2015

Inferno

      En las altas horas de la noche, desperté de pronto a la orilla de un abismo anormal. Al borde de mi cama, una falla geológica cortada en piedra sombría se desplomó en semi-círculos, desdibujada por un tenue vapor nauseabundo y un revuelo de aves oscuras. 
De pie sobre su cornisa de escorias, casi suspendido en el vértigo, un personaje irrisorio y coronado de laurel me tendió la mano invitándome a bajar.
Yo rehusé amablemente, invadido por el terror nocturno, diciendo que todas las expediciones hombre adentro acababan siempre en superficial y vana palabrería.
Preferí encender la luz y me dejé caer otra vez en la profunda monotonía de los tercetos, allí donde una voz que habla y llora al mismo tiempo, me repite que no hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria.
                                                                                         J. J. Arreola  (1962)