jueves, 26 de marzo de 2015

Los amores de Chuquillanto y Acoitrapa


Acoitrapa era un pastor de llamas. Tocaba la quena tan dulcemente que hasta las flores se abrían para oírlo. Un día, Chuquillanto, la hija del Sol, oyó sus melodías y bajó a escucharlo.
Al finalizar el día, el pastor y la hija del Sol se habían enamorado. Pero ellos sabían que el Sol nunca iba a aceptar su unión.
Una noche, Chuquillanto se sentó a llorar su pena junto a unas fuentes de palacio. Las fuentes entendieron su tristeza, llamaron a la lluvia y la ordenaron que transmitiera al pastor el sentimiento de la joven. El pastor recibió el mensaje, pero se sintió inmensamente triste.
Llorando lo encontró su madre. La anciana le sugirió que fuera a ocuparse de su rebaño. Más tarde, Chuquillanto llegó a buscar a su amado, y la anciana le regaló un bastón de piedras preciosas, herencia de sus antepasados.
Cuando la princesa regresó al palacio, vio que el bastón empezaba a cambiar de colores. De pronto, se abrió como una flor y de su centro apareció Acoitrapa. Ella se acercó, se abrazaron y se besaron, y durmieron juntos.
Al día siguiente, los enamorados huyeron del palacio. Pero el Sol los mandó perseguir. Sabiéndose perdidos, pues tarde o temprano el Sol los alcanzaría, le pidieron un último deseo al bastón mágico.
-¡Conviértenos en piedra, así nadie podrá separarnos!
El bastón, cuya misión era unir a los que se aman, realizó el deseo de la pareja. Los convirtió en una hermosa montaña y, de esta manera, los unió para siempre. 
Hoy, la montaña se llama Pitusiray y está cerca del pueblo de Caica, en el Valle Sagrado de los Incas.
                                                   Leyenda Inca